Vacía Tus Maletas . . . Y Vámonos De Viaje

jueves, 30 de octubre de 2014

Escaparse De Mí




        A la espera de la paz prometida me siento cada tarde mientras contemplo el anochecer desde mi ventana.

        La deseo, cada noche cuando me meto en mi cama...

        Pero ella sabe hacerse la interesante conmigo. Se me insinúa con pequeños guiños picantes, con miradas de reojo y sonrisa maliciosa…

Es una hermosa maestra en el arte de la seducción —que me rinde con sus contoneos—, mientras se envuelve bajo ese manto de inalcanzable que la hace más… y más… deseable cada día.

        Sin embargo —aunque parezca que no me doy cuenta—, tengo muy claro que es quién mejor conoce todos los trucos para escaparse de mí.

         Y —a pesar de mi tristeza al pensarlo—, la paz y yo, sabemos que ella nunca se me entregará de verdad.


        La inquietud si es una buena amante, la compañera más fiel.


lunes, 20 de octubre de 2014

Quién Lo Probó . . .




Caminábamos uno al lado del otro aunque nadie hubiese pensado que estábamos juntos, ni siquiera nosotros.
Hacía demasiado tiempo que nunca encontrábamos el momento para los besos y para los abrazos. Ni cuando la luna se nos ponía delante brillando grande y preciosa, ni cuando el frío usaba todo su poder para juntarnos. Esto estaba tan claro, que hasta tu y yo lo sabíamos.
Habíamos hablado tanto sobre lo mismo, que no necesitábamos hacerlo más. Al llegar a casa cada uno a su habitación. Ya sin comentarios, ya sin reproches, ya sin intentos... Así de fácil.
Abriste el portal y pasé sin mirarte. Comencé a subir las escaleras y, sin ninguna razón consciente para mí, recordé el tiempo en que tus manos no podían dejar de acercarse a mis piernas. Cuando no podían dejar de subir desde mis tobillos hasta mi cintura. Cuando me acariciaban y me agarraban a la vez, con unas ganas tan intensas que casi dolía. Y recordé, cuando todo esto nos pasaba a ti y a mí... Así de fácil.
Tu pensamiento tuvo que unirse al mio, porque como un chispazo, noté tu mirada clavarse en el contoneo de mis caderas y ya no pude pensar en nada más.
Me paré ante la puerta de la casa y tú te acercaste por detrás. Tu cuerpo se apoyó en el mío para alcanzar la cerradura. Hacía tanto tiempo que no me estremecía esa manera tuya de excitarte con el simple movimiento de mi falda, que al principio no me lo creí. Pero entonces, el llavero se cayó.
Nos agachamos a la vez rozándonos las manos en el suelo. Sin el permiso de la razón, nuestros dedos se enlazaron por su cuenta mientras nos levantábamos. Y con ese tipo de ahogo, que el alma nos pone en la garganta muy pocas veces, nos dijimos sin palabras que queríamos seguir adelante .
Me soltaste para acariciar mis brazos con tus dedos, para subir zigzagueando hacia mi pelo y para seguir despertándome la piel a tu increíble manera.
Cuando tu pecho se apoyó en mi espalda las llaves volvieron a caerse, y ésta vez, nadie se agachó a recogerlas.
Rodeaste mi cintura con ese abrazo que tu siempre hacías especial. Me acercaste a ti. Tu cara se apoyó en mi hombro. Tus labios rozaron mi cuello electrificando mi pecho y mi alma, y apretándome como si quisieras meterme dentro de ti.
Mi cabeza se inclinó y tu boca recorrió suavemente mis orejas, mi frente, mi barbilla, la comisura de mis labios...
Nos buscamos, cerramos los ojos y nuestras lenguas empezaron a jugar. Su ritmo aumentaba a la vez que el de nuestra respiración.
Me volví hacia ti y tus ojos brillaron para mí.
Nos besamos... Nos besamos... Y nos besamos...
        Nuestras lenguas seguían enredadas. Empezamos a gemir. A comernos. A explorarnos por todas partes como si fuera la primera vez.
        Más besos... Más lengua... Más labios...
        Ese cuerpo, que me estaba acostumbrando a no echar de menos, se estrujaba ardiendo contra mí. Se restregaba por todo mi espacio y abría de par en par cada uno de mis poros.
        Paramos un momento, me cogiste de la mano y subimos unos cuantos escalones. Sin duda, ese rellano era algo más íntimo.
        Te quitaste tu jersey y lo colocaste en el suelo, al momento tu camisa estaba a su lado. Entonces comenzaste a desnudarme.
        Mi piel se erizaba mientras me quitabas el vestido, pero no era de frío. No tenía frío... Nada de frío.
        Desabroché los botones de tu pantalón. Metí mi mano por tu cintura hacia tus caderas. Bajé por tus piernas y luego subí. Por delante y por detrás. Arriba y abajo...
        Mi boca, mis labios y mi lengua recorrían tu cuerpo. Tu boca, tus labios y tu lengua me empapaban más allá de la piel.
        Nuestra ropa había formado la cama más bonita del mundo.
        Nos tumbamos y rodamos abrazados.
        Más lengua. Más boca. Más manos...
        Todo mi cuerpo se levantaba hacia ti, me abrazabas. Me mirabas, y tus ojos gritaban mucho más que pasión.
        No es posible describir todo el deseo que me provocabas...
        Entrabas y salías de mí. Encima, debajo. De pie, sentados, tumbados, pero siempre a mi lado.
        Pero siempre a mi lado... Pero siempre a mi lado...
        Cualquiera habría dicho que estábamos juntos, incluso nosotros.
        Tu y yo, y pasión, dulzura, complicidad, lujuria, amor... Tu y yo y esa combinación que hace del sexo, el regalo perfecto para el cuerpo y para el alma.
        Como dice el poeta: “Quien lo probó, lo sabe”.
        Me importa nada el tiempo que pasó desde que rodeaste mi cintura con tus brazos junto a la cerradura, hasta que nos quedamos quietos y en silencio sobre nuestra ropa esparcida por el rellano.
        Me importa mucho lo que sentimos.
        Pero de repente, como si algo malvado zarandeara nuestras mentes a la vez, tú y yo nos incorporamos, tú y yo empezamos a recogerlo todo, tú y yo nos vestimos y, sin casi darnos cuenta... Tú y yo deshicimos para siempre la cama más bonita del mundo.
        Bajamos los escalones y abrimos la puerta. 
        Nunca se nos volvieron a caer las llaves. 
        Y nunca nadie ha vuelto a pensar que estábamos juntos... Ni siquiera nosotros.





jueves, 9 de octubre de 2014

Esta No Es La Aventura Erótica Más Excitante Que Se Haya Escrito Jamás




       Ti ro riiiiii... Ti ro riiiiii... ¡No puede ser ya la hora! Tengo que cambiar éste odioso pitido por una musiquita más tranquila... Aunque luego igual no me despierta...
       Ay, yo que sé... ¡Que sueño!
       A lo mejor hoy puedo echarme un ratillo de siesta.
       ¡Uffff!!!!!!!! Este agua espabila a cualquiera. 
       Espejito, espejito... ¿Quién es la mujer con más ojeras del mundo?

       —Carlos... Inés... Ya ha amanecido. ¡Arriba esos tronos!
       Hay que comprar leche, mejor desnatada. Aunque esa no les va a gustar. Bueno, cojo de la entera y ya está. Voy a escribir un relato sobre mujeres que comen lo que quieren y que nunca tienen tiempo de arreglarse... Pero con un montón de hombres loquitos detrás de ellas.
      —Venga, arriba... ¡Buenos días!
       —Inés, ponte el chándal que hoy tienes gimnasia. Carlos, ¿quieres Corn flakes o Cola Cao con galletas?
       Debería haber sacado el potajito de lentejas tan bueno del congelador. No importa, hago el pollo con unas patatas fritas y ya está.
       En cuanto llegue a las dos y media me siento a escribir. Hoy creo que me va a dar tiempo muy bien.
       —El desayuno… ¿Os habéis lavado la cara?
       Y yo, ¿que me pongo? Mañana me hago la cera sin falta. No veas que pelo... Esta tarde me lo aliso seguro.
       —¡Que guapos estáis! Tráeme el cepillo y las gomillas de los ositos.
       ¿Y si escribo un cuento para niños? A Inés y a Carlos les gustaría. A fin de cuentas, son los únicos que lo van a leer.
       —¿Habéis cogido las mochilas? Id llamando al ascensor que voy a por las llaves del coche
       ¿Cómo habrán hecho para poner tantas columnas en éste garaje? Y encima, otra vez hay que echar gasolina.

       Las nueve y dos minutos, —llego tarde—. Las diez, —todavía no he llamado a la gestoría—. Las diez y media, —que no se me olvide contabilizar las facturas de ayer—. Las doce, —¡odio este teléfono!— La una y veinte, —voy a preparar los ingresos—. Las dos menos cuarto, —nunca entenderé las colas de los bancos—. Las dos y veinticinco, —¡Que gustazo ponerme las zapatillas!—
      Pelo los ajos, enciendo el ordenador y los echo a la sartén. No tengo ningún correo. Frío el pollo y corto las patatas. ¿De que podría escribir?
       Pincho Word. Configuración de página. Vale. Tres centímetros arriba, tres centímetros abajo, la sal, tres centímetros  a la izquierda, tres centímetros a la derecha. Vale. Doy la vuelta a las patatas. Vale. Arial doce. Vale. Tapo la comida para que no se enfrie. Vale. A doble espacio. Vale. Me voy a por los niños. Vale.
       ¡Que alegría que ya no tenga que trabajar por las tardes! Mejor me apaño con menos dinero, porque con menos tiempo si que no podría.
        
       —¿Qué tal el cole? ¿Por qué te tiene manía la seño? Pero Carlos, colgarse de la canasta de balencesto del patio no puede ser tu deporte favorito
       —Inés, ¿Qué te ha dicho el profe del trabajo de sociales?
       —Lavaos las manos y todo el mundo a poner la mesa. Voy a escribir un cuento, ¿de qué os gustaría que tratara?
       —Si os coméis rápido la ensalada, podéis echaros todo el ketchup que queráis en las patatas.
       Todavía me queda media hora: “Érase una vez…” No. “Hace muchos, muchos años…” No. “En un país muy lejano…” No. Ya si que está claro que cada día tengo menos imaginación.


       
       Podría hacer un relato histórico que ahora están muy de moda, o mejor uno de animales que les gustaría más a mis niños. Pues no, voy a recrearme exactamente en lo que a mi me apetezca. Ya lo sé... La aventura erótica más excitante que se haya escrito jamás. ¡Ay por dios! No me puedo creer que esté llegando a una edad tan mala.
        —Inés, ponte la falda de baile, que ya es casi la hora.
       —Carlos, ¿llevas las botas de fútbol?
       Luego sigo. Mientras están en las actividades hago la compra y así tengo más tiempo después.
       —¿Qué día es la fiesta del colegio? Tenemos que ir a por los tacones de gitana.
       —Carlitos, te he dicho cincuenta veces que solo puedes pisotear los charcos que están cerca
       —¡Que lo paséis muy bien!

Leche entera, huevos, cojo el número para la carne, suavizante, —tengo que poner la lavadora— tomates, patatas...
       —¿Que tal ha ido todo? ¡Siete goles! No veas Carlos, qué barbaridad ¿Vas a bailar “El Aserejé” de Las Kepchup? ¡Qué guay, Inés!
       —No botes el balón en casa. Venga, todo el mundo a la bañera.
—No. Hoy toca fruta para merendar. El sábado os tomáis el bollycao
       ¡Por fin! No hay nada más confortable que mi pijamita.
 
Paso la aspiradora, plancho estas camisetas, tiendo la ropa y me pongo a escribir.
        A ver… Ya tengo la configuración, los espacios, el interlineado, el tipo de letra… “Erase una vez…” No, ya he dicho que eso está muy visto.
       —Sí, Inés. ¿Ocho por cinco? ¿Nueve por siete? Espera; voy a coserte éste botón. ¿Seis por cuatro?
  “Hace muchos, muchos años, en una ciudad muy lejana, vivía una mujer que estaba siempre tranquila…”
—Está bien. Haré macarrones con tomate para cenar.
—Vale. Si habéis terminado los deberes podéis jugar un ratito a la Play.
“…Una mujer que estaba siempre tranquila y que tenía mucho tiempo para hacer lo que a ella le gustaba, cuando le apetecía y como le daba la gana…” No sé, me parece demasiado fantástico. Mejor escribo sobre duendes, brujas y bosques mágicos.
       Voy a ir poniendo el agua a cocer.
—La cena está lista. Hay yogures de fresa y de coco
—El primer avión ya ha aterrizado en una pista, ahora el segundo... ¡Buenas noches Inesilla! ¡Buenas noches Carlillos!
Cada día pesan más, pero no veas que alegría escucharles reírse con tantas ganas cuando les llevo volando a la cama. Seguramente, algún día echaré esto de menos...

 
        ¡Y por fin la cocina recogida! Anda, que si hace unos años alguien me dice que ésta tontería me iba a medio emocionar... Me peleo con él para siempre.
Bueno, vamos a ver... Mi silloncito, mi ordenador, mi tranquilidad... Si es que no me imagino ni como empezar. Esta claro que tengo que leer más. 
¡Ya está! ¿Como no se me había ocurrido antes? Voy a escribir algo autobiográfico y así de paso me sirve de meditación antiestrés y relajante... La mejor idea del mundo, con terapia incluida y todo. Y, me parece... Que también el rollazo más grande del universo. Leerme, no me leerá nadie, pero la escritora más aburrida de todos los tiempos... A eso si que puedo llegar sin ningún problema.  
        ¡Que pena no tener ideas buenas! Aunque podría escribir un relato de los que llegan al corazón que también me sentaría bien, y no tendría que ser tan poco emocionantes como mi vida... Voy a ponerme a Joaquín Sabina ahora mismo para inspirarme. ¡Ay, no! Que luego me quedo escuchándolo y no me entero de lo que pongo. Mejor a Gènesis que no les entiendo...
¡Que coraje tener tanto sueño!
Bueno, no importa. Me acuesto ahora, mañana me organizo mejor y seguro que me da tiempo para todo.
¡Que cama tan confortable! Y tan grande...
Ya va haciendo fresco, tengo que sacar los edredones.
¡Será posible que casi se me olvida otra vez! Voy a sacar las lentejas del congelador...