El mundo, algunas veces nos sonríe.
Nos sonríe... Y es como si todo lo que tenemos cerca nos achuchara con mucho mimo.
Algunas veces, el mundo nos envuelve en
una mantita de esas tan suaves, y nos llenamos de ese calor reconfortante que
nos da tanta seguridad.
Algunas veces el mundo nos
pone música de baile. Música de la que a nosotros nos gusta bailar. Música de
la que apaga —justo a tiempo—, todos los sonidos estridentes de nuestro
alrededor.
El mundo, algunas veces, nos hace un
guiño de complicidad. Nos mira chispeante y seductor, y sabemos sin ninguna
duda, que nada puede salir mal.
Algunas veces, el mundo nos besa desde la
cabeza hasta los pies. Nos besa con pasión. Nos besa con pasión y con muchas
ganas, y por todos nuestros rincones… Nos besa y nos acaricia. Nos besa, nos
acaricia y encuentra la manera de empaparnos de miles de sensaciones sin ningún
pudor.

Y algunas veces —por muchos instantes—,
el mundo nos regala alegría sin ningún tique de devolución. Y algunas veces —por
muchos instantes—, somos felices.