Nuestro
equipaje
Camina
a mi lado con su carita de buena. Baja despacio las escaleras del metro que
acaban de inaugurar en Málaga. Me agarra fuerte, y su ilusión traspasa nuestras
ropas.
Se
emociona cuando me cuenta que montaba con su madre en Madrid al acabar la
guerra, y siente aquella inquietud. Le divierte que a mi padre le encantara
subirse de novios, porque ahí ella le dejaba agarrarla por la cintura. Me
recuerda de pequeña saltando y aplaudiendo, cada vez que el tren se metía por
el túnel.
Cuando nos sentamos en el vagón, el
mejor viaje lo habíamos hecho ya.
Vaciando
maletas
Bajo
cargada las escaleras del metro. La parada del Perchel está junto al autobús. Eso
me tranquiliza.
Saco
el billete.
Al
pasar por la entrada, mi equipaje no cabe bajo la barra del torno.
Lo
intento. Lo intento. Lo intento…
Muchas
veces he conseguido seguir con mis cargas y no me ha importado. Pero de repente,
sí. De repente me trastorna. De repente estoy muy harta.
Cojo
mi maletón de cuatro ruedas y lo pongo a un lado cuidadosamente. Suelto el
paquete de regalos, la bolsa de mano y el neceser.
Y
así, sin maletas… Consigo continuar mi camino de verdad.
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