Vacía Tus Maletas . . . Y Vámonos De Viaje

domingo, 19 de julio de 2015

El Otro Lado De La Vida




              
        La puerta se abre.
        La silla se pone mirando a la ventana.
        Se enciende la radio, y canta Gardel.
        Llueve confeti en mi habitación…
        Y ella aparece, entre las flores de la buganvilla de la terraza.

        Cuando murió mi abuelo venía a verme como todos los demás… A través de la pared, envuelto en una nube y cuando me estaba quedando dormido… En fin, que se me aparecía como deben aparecerse las personas normales.
        Pero ella no puede hacer las cosas como todo el mundo, así que se me presenta como le da la gana. Nunca ha sido una mujer corriente... Sería un poco raro que cambiara ahora.

        Echo de menos las tardes con mi abuelo. Se sentaba a mi lado y no paraba de contarme historias de cuando estaba vivo...
Lo que le enamoró de mi abuela, su trabajo y sus chapuzas, las cervecitas con los amigos... —Cosas de hombres—, como él decía.
        Yo me tomaba un café y le escuchaba.
Prefería no comer rosquillas, ni galletas de chocolate... ¡le gustaban tanto!
        Se ponía triste y rabioso cuando recordaba algo de lo que ya no podía hacer…

        Pero, esta mujer… Siempre ha sabido como llamar mi atención. Siempre ha sabido seducirme con sus sorpresas diferentes…

Viene un rato, y deja la casa hecha una porquería. —Cómo ya no tiene que limpiarla—.
        Pero esta mujer, es mi mujer... La mujer que nunca dejará de fascinarme.

Estoy tan cansado de estar solo.
Me siento. Hago un crucigrama. Hablo por teléfono con mis hijos. Veo las fotos que me mandan mis nietos al móvil…
Me tumbo. Pongo la tele. Cierro los ojos. Paso demasiadas horas en el sofá...
¡La echo tanto de menos!

La puerta... La silla... Carlos Gardel... Confeti…
¡Ya está aquí mi niña!
—¡Que alegría! Pero, ¿y esa cara? A ti te pasa algo…
—Yo conozco esa mirada. No digas que nada… Sabes que nunca has podido mentirme
—Vale, como quieras. Pero, que sepas que no me engañas… ¿Sabes? Ayer te llevé margaritas
        —
—Pues claro que las cogí del campo… ¡Cómo si no te conociera!
—Que sí… Que ya sé que estoy más gordo. Últimamente no ando mucho
—No son excusas. A ti te es muy fácil seguir tan guapa
como siempre.
—Pero si sabes de sobra que nunca he podido enfadarme
contigo. Lo único que quiero es que nunca dejes de estar cerca de mí...
        —
—Es que no puedo evitar ponerme triste, mi niña… Extraño acariciarte, extraño besarte... Extraño todo contigo
—Vale. Pero no sigas mirándome así…
—Anda calla, que si no fuera por lo que es... Pero, si es que eres la mujer más guapa y más sexi del mundo
—Ya sé que no he cambiado
—Y yo a ti, mi amor... Sigue hinchándoseme el pecho, cada
vez que te veo
—¿Qué haces? Es la primera vez que me das la mano desde aquél día…
—No estés triste... Pero, si hace siete años que no me sentía tan vivo
—Sabía yo, que a ti te pasaba algo hoy…
—Claro que sí. ¡Vamos, mi niña!
—Este es, sin duda... Uno de los mejores momentos de mi vida.







miércoles, 8 de julio de 2015

Azul





 Agua azul, cielo azul, espuma azul, olas azules…
 Cubierta del barco para arriba, cubierta del barco para abajo…       
 Ron para comer, ron para cenar…         
Un parche que nunca sé bien en que ojo colocarme…   
          Y este estúpido loro horroroso, todo el día colgado                   de mi hombro…       
 ¡Quien me mandaría a mí meterme a pirata!       
 A veces, echo de menos mi casa rodeada de coches escandalosos, mi aburrido trabajo en aquella oficina sin vistas a ninguna parte, mis noches de tragarme cualquier cosa que pusieran por la tele…        
A veces, echo de menos poder ir de sensiblero y de pacifista sin disimular… y todo, lo que entonces significaba para mí, la odiosa monotonía.

Es curioso, cómo la vida nos va transformando el significado de las cosas sin darnos cuenta.

La mañana de aquél domingo en que decidí cambiarlo 
   todo, me pilló en la playa. Si hubiese estado paseando 
entre árboles, seguramente ahora sería uno de esos 
asaltantes de caminos —estilo Curro Jiménez—, con mi 
caballo y mis botas  camperas... Pero yo estaba mirando el 
mar, y lo único que quería era meterme emociones como 
fuera.
       
Algunas veces el azar nos sorprende —como si existiera de verdad— y otras, necesitamos zarandearnos muy fuerte para ver lo que se cae a nuestro suelo y lo que se nos queda agarrado de nuestras ramas.        
 A mí, en aquél momento, me pasaron las dos cosas. Primero… Que me di yo solo el meneo más grande del mundo —sin haberlo preparado ni nada—, y me pareció más fácil pegarle una gran voltereta a todo lo que era mi realidad, que cualquiera de los otros pequeños movimientos que se me ocurrían. Y segundo… Que la casualidad —como si existiera de verdad—, me trajo hasta el mar.

 


       Pero ahora… aquí estoy, otra vez.  Con mi nueva monotonía. Con mi nueva vida repetida de todos los días.Aquí estoy otra vez... Con este aburrimiento, igual de aburrido que el de mis días más aburridos de otros tiempos.           
Ya casi no recuerdo, cuando me encantaba el color azul. Cuando amanecer mirando el horizonte aún era capaz de emocionarme. Cuando escuchar las olas, todavía me daba paz…        
Ya casi no recuerdo, cuando el mar y los amaneceres alucinantes eran mi novedad. Cuando este universo de agua, siempre estaba lleno de descubrimientos…. Ya casi no lo recuerdo.
         
 Voy a tener que aprender a reconocer, que lo que nos apasiona en la vida, puede dejar de apasionarnos de repente… Que lo que nos hace vibrar de verdad, no es siempre lo mismo…           
Me parece… que estos pensamientos me suenan, que estas sensaciones me suenan. Me parece… que este oleaje tiene toda la pinta de que me va a revolcar otra vez…            
Voy a subirme al mástil a ver si veo por ahí algo que no sea azul.          
Aunque, cualquier lugar seco, tampoco estaría nada mal para empezar.     
 Vale. Un lugar seco y que no sea azul… No parece complicado…          
Pero un lugar seco y que no sea azul, donde admitan amigos… Porque, este estúpido loro horroroso, se viene conmigo.