La puerta se abre.
La silla se pone mirando a la ventana.
Se enciende la radio, y canta Gardel.
Llueve confeti en mi habitación…
Y ella aparece, entre las flores de la
buganvilla de la terraza.
Cuando murió mi abuelo venía a verme
como todos los demás… A través de la pared, envuelto en una nube y cuando me
estaba quedando dormido… En fin, que se me aparecía como deben aparecerse las
personas normales.
Pero ella no puede hacer las cosas como todo el mundo, así que se me presenta como le da la gana. Nunca ha sido una mujer corriente... Sería un poco raro que cambiara ahora.
Echo de menos las tardes con mi abuelo.
Se sentaba a mi lado y no paraba de contarme historias de cuando estaba vivo...
Lo que le enamoró de mi abuela, su trabajo y sus
chapuzas, las cervecitas con los amigos... —Cosas de hombres—, como él decía.
Yo me tomaba un café y le escuchaba.
Prefería no comer rosquillas, ni galletas de
chocolate... ¡le gustaban tanto!
Se ponía triste y rabioso cuando
recordaba algo de lo que ya no podía hacer…
Pero, esta mujer… Siempre ha sabido como
llamar mi atención. Siempre ha sabido seducirme con sus sorpresas diferentes…
Viene un rato, y deja la casa hecha una porquería.
—Cómo ya no tiene que limpiarla—.
Pero esta mujer, es mi mujer... La mujer que nunca dejará de fascinarme.
Estoy tan cansado de estar solo.
Me siento. Hago un crucigrama. Hablo por teléfono
con mis hijos. Veo las fotos que me mandan mis nietos al móvil…
Me tumbo. Pongo la tele. Cierro los ojos. Paso
demasiadas horas en el sofá...
¡La echo tanto de menos!
La puerta... La silla... Carlos Gardel... Confeti…
¡Ya está aquí mi niña!
—
—¡Que alegría! Pero, ¿y esa cara? A ti te pasa
algo…
—
—Yo conozco esa mirada. No digas que nada… Sabes
que nunca has podido mentirme
—
—Vale, como quieras. Pero, que sepas que no me
engañas… ¿Sabes? Ayer te llevé margaritas
—
—Pues claro que las cogí del campo… ¡Cómo si no te
conociera!
—
—Que sí… Que ya sé que estoy más gordo.
Últimamente no ando mucho
—
—No son excusas. A ti te es muy fácil seguir tan
guapa
como
siempre.
—
—Pero si sabes de sobra que nunca he podido
enfadarme
contigo.
Lo único que quiero es que nunca dejes de estar cerca de mí...
—
—Es que no puedo evitar ponerme triste, mi niña…
Extraño acariciarte, extraño besarte... Extraño todo contigo
—
—Vale. Pero no sigas mirándome así…
—
—Anda calla, que si no fuera por lo que es... Pero,
si es que eres la mujer más guapa y más sexi del mundo
—
—Ya sé que no he cambiado
—
—Y yo a ti, mi amor... Sigue hinchándoseme el
pecho, cada
vez
que te veo
—
—¿Qué haces? Es la primera vez que me das la mano
desde aquél día…
—
—No estés triste... Pero, si hace siete años que
no me sentía tan vivo
—
—Sabía yo, que a ti te pasaba algo hoy…
—
—Claro que sí. ¡Vamos, mi niña!
—
—Este es, sin duda... Uno de los mejores momentos
de mi vida.